lunes, 23 de junio de 2014

Becados

  Totalmente ausentes a la elección del presidente del  Eurogrupo o a los primeros pasos institucionales del recién proclamado rey para muchos son estas semanas fechas trascendentales. Tras recibir la nota de selectividad, pruebas a las que unos se enfrentaban con ansiedad y nerviosismo, con más o menos expectativas y con unos objetivos más o menos claro llega el periodo de preinscripción. Un periodo emocionante, un periodo quizá trascendental, ilusionante en la que cambian de etapa de vida y dan los primeros pasos hacia un futuro un tanto incierto. Y en este tiempo de burocracia, de trámites y papeleo, de matrículas, firmas, tarjetas, sellados optativas son muchos los que se agarran, o los que lo intentan, a algunas de las becas que concede el ministerio o alguna que otra asociación. Para pagarse la matrícula, que en Madrid asciende de media a  los 1500 euros, para pagarse el transporte y desplazamiento, para poder costearse el piso en el  que pretenden vivir o el material que te piden en la universidad.
   
  Y muchos son también los que se encuentran con las puertas cerradas porque la renta de sus padres, declarada, supera por poco la franja que establece el ministerio o, los más, porque no hay dinero para todos. Sería lógico que otorgasen las rentas a aquellas familias con rentas más bajas a fin de conseguir que exista y se produzca una igualdad de oportunidades. Sin embargo luego nos encontramos con la picaresca y las triquiñuelas que dan lugar a que estudiantes cuya familia tiene una renta muy superior a la declarada obtengan beca, destinando, y lo digo porque conozco algún caso, ese dinero a sacarse por ejemplo el carné de conducir. Les prometo que ayer no salía de mi asombro cuando  buscando una cosa en el boletín oficial del estado, en un apartado dedicado a este respecto leía que los alumnos de las universidades privadas también tenían derecho a beca. Tienen dinero suficiente y se han podido permitir ingresar en una universidad privada y reciben una ayuda pública. Otros se quedan sin poder estudiar en la universidad pública porque no tienen ayuda de ningún tipo.

   
  ¿Cómo arreglamos el desaguisado y las injusticias tan flagrantes que se producen con las becas? Una solución podría ser que las becas fuesen finalistas, quizá implicaría un mayor esfuerzo, más molestias  y más trabajo  por parte de inspectores y funcionarios, pero seguramente sería eficaz que no se diera directamente una cuantía de dinero, sino que se pagara aquello que se necesita. Menos complicado  sería confiar en el sentido de la responsabilidad y de la sensibilidad de las personas, pero bajo aquello tan español de Tonto el último, de eso ya nos queda poco.

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