Tenía previsto escribir hoy sobre el tratamiento que damos
en los medios a determinadas informaciones sensibles, de la ética informativa y
del morbo llamativo que generan en una
gran parte de la población esas informaciones. Sobre todo esto, relacionado con la reciente excarcelación
de determinados presos, escribiré el
próximo día. En la radio pedía a los
oyentes sugerencias, participación e interacción. También los acepto de cara a
los artículos que escribo a diario y mi compañero y amigo José Luís Urgel me
pidió que escribiese sobre el oro líquido.
El aceite es el bien estrella de la provincia de la que
provengo y a la que, conjuntamente con
Granada, pertenezco. Un porcentaje
enorme del aceite que se produce mundialmente proviene del mar de olivos
de Jaén. Equipo de investigación, un programa de la sexta, elaboró hace unos días
un reportaje en el que se mostraba como tanto chinos, como marroquíes estaban
también exportando aceite...Pero las etiquetas no coincidían exactamente con el
producto. El el reportaje se veía en que pésimas condiciones elaboraban el aceite
en los citados lugares, y como la vendían a precios, claro, más competitivos,
dado que el gasto en mantenimiento, mano de obra e infraestructuras...en
general los costes de producción son infinitamente más baratos. O como en
Italia, nos compran aceite y la “estilizan”, como ellos son y en lo que
nosotros siempre hemos fallado, La envasan en botellas bastante más elegantes y
la venden a más del doble del precio que la compraron. Es para indignarse, por
supuesto. Pero esto, no solo pasa en este sector, es extrapolable a otros
muchos. En el negocio, siempre que se haga dinero, lo demás pasa a un plano
secundario, en el negocio el más tonto el último…y ni sanidad o higiene, mi
normas, ni honradez, ni protocolo, ni derechos, ni compromiso, ni perjuicios
colectivos…nada de esto importa nada a quien se puede forrar a base de
hacer mal las cosas. “Pero aquí también
hay quien compra aceite exterior y no se hace nada, es que somos tontos” me
decía José Luís…Volvemos a lo de antes, en el salvaje mundo de la competencia,
de los precios y del mercado, si que no existe el patriotismo. Y en este aspecto que tanto inquieta
y con razón, a los sufridos aceituneros, el gobierno podría hacer más, por
supuesto. Centrándose en la competencia,
fomentando el consumo del producto
interior, pero siempre sujetos como están a la política agraria comunitaria,
que otorga subvenciones (en el olivar, ya desligadas de la producción en un
93,61%), que impone aranceles a los productos exteriores, que compensa pérdidas.
Jaén, caracterizada por esos paisajes de olivos(que desde la lejanía se añoran), que vive en
una parte importante gracias al aceite. Una actividad que, como vecero es el
olivo, causa alegrías y penas a años alternos. Una tierra de sufridos
agricultores, de aceituneros altivos, como decía Miguel Hernández. (No todo me
gusta de los olivareros, ojo, que también podría contar como talan encinares
para extender su superficie de cultivo).La tierra del oro líquido, que como
mostró hace tres días el programa de la sexta, equipo de investigación también
sufre sus golpes y las injusticias de la competencia.