Van diez
mil muertos, según fuentes policiales, dos mil según el balance oficial. Es el
balance de Yolanda, el supertifon que ha arrasado Filipinas, que ha devastado
algunas zonas dejando un paisaje totalmente desolador. El presidente filipino ha declarado hoy el estado de calamidad nacional. Para ayudar
a recuperar los cadáveres e intentar que las víctimas alcancen una mínima
estabilidad para poder reconstruir, aunque con importantes huecos quizá
irrecuperables, sus vidas el gobierno Filipino empleará una cantidad importante
casi 317 millones de euros. Además,
numerosos países se han involucrado. La comisión europea ha aprobado 3 millones de euros de ayuda
humanitaria que llegará a la zona a través de las ONG y España ya ha enviado
hoy dos aviones de ayuda. Una catástrofe de magnitud global que me trae a la
mente imágenes de hace cuatro años, de 2010 cuando fue un terremoto lo que
devastó a uno de los países más pobres
de la tierra...Haití. También entonces las muestras de solidaridad y ayuda
fueron constantes en los primeros momentos, pero se fueron diluyendo,
haciéndose cada vez menos visibles. La atención disminuyó al mismo tiempo que la opinión pública, que los medios de
comunicación fueron relegando estas noticias y dedicándoles cada vez menos
tiempo y menos espacio. Haití acabó desapareciendo de nuestras mentes, como
desapareció de las portadas de los periódicos, pantallas de televisión y de las
ondas de la radio. Ahora, presumiblemente caeremos en lo mismo. De momento los
gobiernos están reaccionando para no quedarse atrás en “solidaridad”, en parte
cuestión de estética. Espíritu caritativo. Ahora llantos y otras imágenes del
resultado de la fuerza de la naturaleza sobre los humanos coparán informativos,
mientras escuchamos condolencias fingidas y palabras bonitas. Con el paso del
tiempo quizá acaben, de nuevo, quedando unos sufridos voluntarios que empeñan
su tiempo y su esfuerzo en intentar ayudar a reconstruir algunas vidas, allí
donde la globalización solo ha llegado para y en los aspectos que a algunos interesan. Aunque, ya de primeras, esta
vez y quizá por los tiempos que corren hay alguna gente reacia a esa solidaridad, aunque sea inicial. A menudo
decimos que esta situación hace que la gente se vuelque y aumente la
solidaridad de unos con otros…pero cuando la situación no nos toca tan de cerca
hay quien sencillamente, pasa. Lo digo por la encuesta que ha publicado hoy el
diario Francés Le Figaró: El sesenta por ciento de sus lectores están en contra
de dar ninguna ayuda a los filipinos cuando resulta que el vecino de enfrente
ahora vive en el coche tras haberse quedado sin casa, o teniendo familiares que
no tienen que comer. Es preocupante sin duda, pero siempre debería quedar
espacio para la “solidaridad”, hay mucha gente que tiene para echar una mano, o
dos. Solo, con la mitad de lo que se defrauda, se podrían hacer tantas cosas.
Siempre habrá quien aporte un donativo y quede con la conciencia tranquila.
Siempre habrá quien no haga absolutamente nada aparte de compadecerse al ver
las imágenes del desastre para pasar la página del periódico, y reírse con un
chiste de un pingüino cojo. Qué fácil es alejar la realidad de nosotros cuando
depende solo de deslizar el dedo, por la
estilizada y elegante pantalla de la tablet.