lunes, 7 de abril de 2014

A pesar de todo, felices.



No soy muy original. De hecho el título de esta columna es un titular de una noticia de la Cadena SER, que me parece muy sugerente y que da pie a reflexionar  sobre varios temas. En la, crónica arroja los resultados más relevantes del barómetro del CIS del pasado Marzo, podemos leer “El paro y la corrupción continúan siendo los principales problemas de los españoles”. El paro es la preocupación principal para un ochenta y dos por ciento de los encuestados, al cuarenta y cuatro le preocupa la corrupción. Cinco de cada cien personas de las que respondieron las preguntas del Centro de Investigaciones Sociológicas cita el tema de la entrada de inmigrantes a nuestro país, lo que hace que se convierta en uno de los ocho “problemas” que más preocupa. Pero, pese a todos los problemas, más de la mitad de los españoles se consideran felices, le ponen más de un ocho a su grado de felicidad (de cero a diez) y la media es de 7,5.

  Ya es curioso, porque siempre nos estamos quejando, siempre nos estamos lamentando de la situación socioeconómica actual y no es para menos. Por mucho que Fátima Bañez diga que somos el país que más está haciendo por la creación de empleo, las cifras siguen siendo absolutamente escandalosas e incomparables, y la recuperación de puestos de mala calidad y a este ritmo, tan solo para regresar a los niveles en los que estaba cuando llegó Rajoy a la Moncloa se puede prolongar durante bastante tiempo. Por mucho que haya mejorado la prima de riesgo y las sonrisas que provoque el IBEX, según revelan informes como el publicado recientemente por Cáritas, somos de los países con más desigualdad social, cada vez hay más gente que está peor. A Montoro no le gusta que Cáritas refleje un estado, que se ve que él no cree que exista. Al ministro le gusta que cale su mensaje de la recuperación, pero más allá de sus adeptos el mensaje no cala. Si a todo esto le sumamos los casos de corrupción que hacen a nuestro país despuntar entre los líderes de opacidad y el gris de las reformas económicas injustas o ideológicas encubiertas, o no, regresivas y trasnochadas, en diversos aspectos de la vida que regenta la política, la situación es para echarse a llorar.

Son muchas las personas que, en nuestro país, lo pasan realmente mal, y sin embargo, si el CIS hace bien las encuestas, más de la mitad de los españoles le pone a su felicidad más de un ocho sobre diez. ¿Qué está pasando? Hastiados, Ignorados, reprimidos,  desesperados, impotentes, indignados, desengañados, frustrados, políticamente apáticos…¿Nos liamos la manta a la cabeza y pasamos de todo?. No lo creo, somos nosotros quienes, al fin y al cabo sufrimos directa o indirectamente. ¿Puede una persona ser feliz pese a sufrir? Depende del grado de sufrimiento, depende de tantas cosas…Pero la situación es chocante, no me lo podrán negar. Ayer, mientras veía en Salvados o escuchaba el otro día en Hora 25 testimonios de personas que están en el monte Gurugú, en Marruecos malviviendo mientras esperan su oportunidad de saltar la valla, mientras anhelan la esperanza de cambiar su mundo y mejorar sus vidas (a la vez que me avergonzaba de nuestra actitud, de nuestra pasividad... Mientras me indignaba con la poquita calidad humana de algunas personas que esconden su inhumanidad, su prepotencia y su arrogancia tras la burocracia, los metros y los perímetros fronterizos, mientras me cercioraba de que hay muchos a los que falta mucha empatía..) Decía.” Es increíble, estas personas, pese a todo son capaces de esbozar una sonrisa, no nos podemos quejar, somos unos tremendos afortunados y no lo valoramos”. Es cierto, la mayoría de nosotros, en distintos grados, somos afortunados, pero no por ello hemos de dejar de quejarnos, porque quejarse y protestar es más que necesario, es sano cuando hay razones. Y razones las hay sobradas.

  Esta mañana, mientras hablaba con alguien llegábamos a la conclusión de que lo de la felicidad es algo inherente, propio de la esencia de los españoles y de las personas del Mediterráneo, que, pese a todo, nos levantamos siempre y hacemos de la sonrisa y la felicidad la nota dominante. Si hasta cuándo vamos a protestar llevamos la sonrisa por delante…. Es posible, pero sigo sin verle mucho sentido, ojo que es positivo que seamos felices, más que positivo…es solo que no me termina de cuadrar.