Cuando uno se encuentra ante seres que le idolatran le
resulta más fácil y más sencillo exponer, hablar, opinar y mostrarse rotundo
porque, sabe, los que le escuchan y le miran estarán de acuerdo con él en casi
todo lo que diga, entenderán todo y si no, fingirán haberlo entendido y al,
acabar, ya tiene asegurados los aplausos. Eso le ha pasado hoy a Mariano Rajoy,
que si en el congreso cuanta con voces displicentes y con opiniones que disientan
(aunque el sentimiento de que los que mandan, independientemente del color son
todos y obedecen todos a los mismos esté
cada vez más generalizados) hoy ha podido lucirse. En un escenario ,que parecía
montado por Ikea , igual porque emanara aire juvenil ( compuesto de pallets de
madera y demás decorado inusual) ha recibido y se ha dirigido hoy a multitud de
jóvenes de nuevas generaciones ,venidos de todas las partes de España.
Ha hablado
alegremente del ahorro que supone la disminución de la prima de riesgo, de que
ya en las cumbres internacionales le preguntan por el crecimiento (Imagino que
le preguntarán que si sabe por dónde anda, que si lo siente o lo presiente al
menos).Ha asegurado que no se puede hacer una reforma a medias, que va a seguir
con sus medidas y que no piensa levantar el pie del acelerador (simplemente
volverá la cara para no ver a quien atropella en su carrera, que si es la de
los incumplimientos e injusticias, puede llegar a ganar). Veías a los
asistentes asiente que te asiente, parecía que disfrutando y compartiendo el
entusiasmo de su líder, al que , sin duda, defienden a capa y espada. Oídas las
principales del discurso de Rajoy,
parece que ha habido poco espacio para la queja, para la crítica, para los
errores. O no los tienen, o no los asumen u hoy pretendían salir sin nada que
empañase la buena noticia: Nuestro partido está sacando a España de la crisis (sin
peros, sin efectos secundarios, sin pormenorizar…) emborrachándose con la frialdad
de algunos datos macroeconómicos como la prima de riesgo o el aumento de las
exportaciones, ojo, datos también relevantes.
Y, ante los suyos,
tampoco ha tenido que morderse la lengua en el asunto del independentismo catalán
(supongo que Mas tampoco lo hará ante sus simpatizantes) y ni acuerdo, ni dialogo,
ni tradición, ni reforma de la constitución. Hoy tirando de vehemencia y
“gallardía” ha dicho que no permitirá lo que sería una falta a la soberanía
nacional. El sabía de sobra que en esta reunión la intransigencia sería
premiada.
Claro, cuando uno habla solo y exclusivamente para los
suyos, para unos jóvenes ilusionados, que siguen creyendo en “el cambio” y con
los ánimos un tanto enardecidos, para esa “esperanza de futuro” puede
permitirse cualquier cosa.