martes, 11 de marzo de 2014

Cuando sobran las palabras


  Llevamos tres días sin saber nada del avión malasio desaparecido con 239 personas a bordo. Las autoridades de este país siguen investigando si el siniestro podría estar relacionado con un acto terrorista. Estados unidos, que en un principio descartó la hipótesis ,ha implicado a varios agentes del FBI. La investigación se centró a falta de nada a lo que agarrarse en dos personas que, según habían constatado, volaron con pasaportes robados y que serían sospechosos de un posible secuestro del avión.Más tarde se ha dicho que no, que lo más probable es que se tratara de inmigrantes  indocumentados intentando regresar a su país o salir del mismo. Avances y retrocesos sobre la nada, porque no se conoce ni un solo dato nuevo. El avión desapareció del panel de navegación, dejó de emitir señal y, aunque hay varias hipótesis nuevas no se han encontrado restos del aparato. Los equipos de búsqueda de cinco países siguen operando en las distintas zonas en las que, se cree, podría haberse precipitado la aeronave. Entretanto los familiares permanecen  concentrados en un hotel a la espera de novedades, impacientes, intranquilos, con un desasosiego normal en una situación de tanta tensión mezclada con la rabia y la impotencia, acoso mediático. Agarrándose a cualquier posibilidad que incluyese volver a ver a sus familiares vivos. Por lo que podemos ver en unos informativos que van ,poco a poco relegando el tema porque ya no es noticia, no hay apenas palabras entre ellos, no hay nada que decir, no hay palabras para expresar esa sensación prolongada de incertidumbre, un silencio ahogado lo inunda todo. Pasa el tiempo  y el desenlace se augura trágico.

   Escribía esto para la radio en la estación de Atocha  esta mañana alrededor de las 13.00h “Buenas tardes. Estoy en el andén 7 de la estación de Atocha, es 11 de Marzo. Pese a no ser hora punta el tránsito y el movimiento es constante .Personas que se desplazan, que van al trabajo, que vuelven a casa, que suben y bajan de los trenes de cercanías o media distancia…La vida…La vida fue lo que se paró, aquí, hace hoy justamente diez años, cuando esta estación se convirtió junto con la de Santa Eugenia y El Pozo en el escenario del mayor atentado terrorista en nuestro país. Once del tres, nunca me gustaron los números impares.11 M, 11 mortal. No era aquel sino el comienzo de un día más que muchos no verían acabar. Un día que, dejando la teoría de la conspiración y las utilizaciones políticas y partidistas (que aún hoy día muchos siguen sosteniendo, aunque no abiertamente. Quizá no queriendo reconocer su error, anteponiendo su orgullo a su moral, si es que eso existe) al margen, cambió la vida de manera radical a muchísimas personas. Personas a las que la mala suerte acompañó, personas que podíamos haber sido tu o yo, personas que perdieron lo irrecuperable. Un maldito día que hemos integrado en lo más oscuro de nuestra historia y que quedará marcado en la memoria de los que lo vivieron en primera persona, de los que lo vivimos a través de los medios y de los que no lo vivieron y nacieron después porque es algo que ya forma parte de nuestra esencia histórica. Diez años después, en la estación más grande de España, la vida fluye, el recuerdo queda. Al Qaeda, las bombas, los 192 muertos,  las secuelas…y una situación que sacó lo peor de tres o cuatro, pero también lo mejor de los humanos. Los gestos de solidaridad e implicación, la manera en que la gente se volcó también quedará en el recuerdo.Fuera, en el bosque de los ausentes, del recuerdo, ubicado en El Retiro  en el que he estado hace un ratito a los corredores habituales y paseantes que trae la primavera se sumaban algunas víctimas y familiares, en un homenaje en el que he visto algunas lágrimas, gente pensando, recordando.. Un dolor compartido que se materializa en la unión a través del silencio. Muchos rostros, demasiadas miradas que lo dicen todo. Donde las palabras no alcanzan, cuando las palabras sobran


  Y creo que un día como hoy tampoco debemos olvidar el tercer aniversario de un Tsunami que arrasó Japón, que dejó 15884 víctimas y que provocó una crisis social, humanitaria y nuclear importante. Quizá le prestamos más atención  a las alertas y consecuencias nucleares porque es lo que nos puede afectar algún día( porque seremos seres sociales, pero nos relacionamos porque lo necesitamos nosotros. También somos egoístas) y porque pone en tela de juicio los argumentos que algunos esgrimen sobre la seguridad de la tan peligrosa energía nuclear. Pero igual que las tierras, sus casas, pertenencias y posesiones, muchas familias quedaron completamente devastadas. Esta vez fue la fuerza de la naturaleza. Hay algo que une a estas víctimas con las del 11M y con las del avión siniestrado en Malasia…más aún en un país oriental como Japón en el que enseñan que mostrar abiertamente las manifestaciones de sentimientos es una falta de educación, también viven, conviven o lo intentan con un  dolor que comparten en un silencio amargo y cómplice.