“Ya empiezan a matar políticos” escuché el
otro día. Las noticias de este tipo, por el eco, por el ánimo y por el tipo se
propagan como la pólvora. Ya han pasado unos días y aún sigue dando que hablar.
En los bares, en los autobuses, por la calle…Unos cuentan la información, otros
la interpretan y otros opinan. Podría parecer fácil opinar de algo así, pero,
en realidad, un asunto como este suele tener muchas más aristas de las que
contemplamos.
El asesinato de la presidenta del PP de León no solo ha generado
consternación, también hay quien se ha alegrado. “Eso es lo que pasa por
despedir a la gente” decía alguien ayer, o por fastidiar con las medidas que
nos imponen, añadía otro sin pudor de ningúno. Muchas cabezas tuvo que pisar esa mujer para tener los cargos que tenía en el partido, se podía apuntar. La violencia no puede ser motivo
de alegría, un asesinato menos, sea de quien sea. Hasta ahora sabemos que el
crimen lo perpetraron una madre y su hija, cercanas al PP, la hija, Montserrat
Triana, habría intentado crecer en el partido pero fue “marginada”, también en
la diputación. Señalan a Isabel Carrasco como la persona que frustró su carrera
y sus aspiraciones políticas, y tenían con ella una deuda económica importante.
La asesinó por rencor, según confesó la madre. Llevaban dos años planeándolo y
los intentos se habrían visto frustrados hasta en cinco ocasiones.
No creo,ya digo, que
haya que alegrarse lo más mínimo, es más que reprobable.Lo que no sé si es
lógico es que, a raíz de esto, el gobierno se haya propuesto perseguir los
tweets y comentarios ofensivos en redes sociales, algo que ya se hace aplicando
la misma ley en la calle que en el mundo virtual.Me alegro de que el tema se
haya tratado con la máxima serenidad posible y que no se haya utilizado como
arma arrojadiza contra nadie, que no haya servido como herramienta política, que ya a todo estamos acostumbrados No
se si a la familia de la víctima le desagradará y en qué grado que el caso esté
teniendo tal repercusión, más allá de lo destrozados que lógicamente se encuentren. No
creo que los medios no deban darle tanto eco, es un asesinato y el boom es
inherente al cargo público, más en la coyuntura en la que nos encontramos.
El
caso es que yo, de momento, me abstengo de calificar a las asesinas confesas,pero no quiero retirar el presunto.
Cualquier forma de violencia es más que rechazable, pero en una situación tan
complicada como esta prefiero esperar antes que lanzarme al insulto fácil.Y no
justifico nada porque es injustificable, pero tampoco me atrevo a decir yo no
lo haría “ni por todo el oro del mundo, por mucho que me hubieran humillado,
descalificado, fastidiado…” como me respondía una compañera en una conversación
que teníamos ayer sobre el tema. No me atrevo porque desconozco las
circunstancias en profundidad, no me atrevo porque desconozco el grado al que
puede llegar la desesperación y su manifestación en cada persona. Prefiero no
hacerlo.