sábado, 23 de noviembre de 2013

¿Enganchados a la deshumanización?

   Si, sé que hay temas más importantes para escribir. Tengo una larga lista. Sin embargo ahora no me encuentro con disposición para escribir sobre otra cosa. Desesperado, desquiciado y hasta un tanto ansioso. Ese podría ser mi estado de ánimo  en estos momentos. Hace cosa de una hora que he echado la mano al bolsillo, en la estación de tren  en esa comprobación rutinaria, interiorizada y asumida que tenemos todos para asegurarnos de que el móvil está donde debe estar, como una prolongación  de nuestro cuerpo. Si no lo encuentras en el primer bolsillo, tanteas en el siguiente. Cuando no encuentras nada pasas por una fase de incredulidad, sigues tocando los bolsillos vacios, a un ritmo creciente. Al mismo ritmo que crece tu nerviosismo y te alarmas.Eso me ha pasado a mi.En mi caso, creo saber donde he dejado olvidado el móvil y quizá pueda recuperarlo. Pero  no se trata ahora de escribir ningún diario. Ese sentimiento de indefensión, de inseguridad, de desnudez al no llevar el móvil encima es generalizado. Nuestra dependencia de dichos aparatos es preocupante. No ya del aparato en sí, el soporte casi es lo de menos...Ya pueden ser iphones, i pads o móviles convencionales ultramodernos, pero el caso es que estamos totalmente enganchados. 

   Enganchados a las nuevas tecnologías, a internet, al mundo virtual (en el que a veces nos escondemos para huir del real). Ya es triste que estén cuatro personas sentadas juntas y ninguna se mire a la cara, ni hable porque esté mirando  la pantalla del móvil.Que rabia cuando estamos hablando con alguien, suena el dichoso pipi del Whatsapp y pasan totalmente de la persona que tienen en frente para sonreirle a la pantalla del móvil. Hay en Madrid una cafetería con un letrero en la puerta que dice "No tenemos wifi, hablen entre ustedes". La tecnología que, en este sentido, se creó para unir personas sirve ahora para distanciarlas. La tecnología, que se creó para facilitarnos la vida y empieza a esclavizarnos. Hay quien dice que no debemos demonizar al medio, que el medio no es malo o bueno en sí mismo, depende del uso que le den las personas. Me ha dado hoy, a raíz de lo del móvil por pensar en el papel de internet en la comunicación, el periodismo y en la sociedad en general.

    Es evidente e innegable que, en muchos aspectos, el periodismo se ha beneficiado de internet. Sin internet leer esto que escribo sería imposible. Se consigue llegar a mucha  más gente y cualquiera que sea testigo de cualquier suceso  puede contarlo al instante. Gracias a internet, muchos de los que no tenían posibilidades puesto que no contaban con medios, han podido difundir sus opiniones  y aportar con ellas. Internet ha servido para difundir muchas de las cosas que no habían estado permitidas y no se habían hecho eco en los medios de comunicación convencionales.  Gracias a internet  se ha abierto un amplio horizonte de ideas y puntos de vista diferentes. Internet y las redes sociales han sido fundamentales e imprescindibles. Ha servido para unir a personas y ha posibilitado movimientos y revoluciones como las de la primavera árabe. Sin embargo no es menos cierto que internet ha cambiado nuestra forma de percibir a los medios de comunicación. La información es ahora mucho más abundante, quizá más variada y, a veces más comprometida. Pero no podemos saber hasta qué punto podemos fiarnos de su veracidad, dada la ya citada multiplicidad de fuentes y a la constante profusión de rumores... Es cierto que, la personalidad puede estar más marcada en una crónica de un periodista  en su web personal, pero con internet se pierde cierta humanización del periodismo. En líneas generales la revolución que supone internet da cierto miedo y, no me extraña que cause cierto recelo. Me gusta un cierto tradicionalismo y una serie de reglas en la transmisión de información que se deforman totalmente con internet
    Hace tres años Robert G. Picard, profesor y analista de medios de comunicación, pronunciaba en Oxford una conferencia demoledora en la que sostenía que los periodistas merecían ganar poco porque su trabajo podía ser desempeñado, llegado el caso, por un descargador de frutas de Mercamadrid. Opinaba este hombre que si un ciudadano normal y corriente podía dar noticias gratis en su blog personal, incluir sonido, fotos y vídeos y distribuir todo ese contenido por una red social, era absurdo que una empresa pagase por ello. Y aconsejaba a los periodistas “empezar a proporcionar una información y un conocimiento que no sea accesible por otras vías, y de formas más útiles y relevantes para su público”. A la Prensa le quedaba en definitiva la información propia, pero en esto llegó Assange y Wikileaks, y más tarde ha aparecido Snowden con sus espías, en abierta demostración de que los medios han perdido incluso ese monopolio de lo exclusivo y son otros los que administran lo que se publica o no en sus páginas. Fruto de la infructuosa búsqueda del nuevo modelo de negocio al que obliga la revolución tecnológica.
    Internet era a día de hoy  el medio de la libertad, en el que todos podían expresar sus opiniones y  leer  informaciones más libres y plurales que las de los medios convencionales irremediablemente sujetos a las presiones comerciales, de la publicidad y el mercado. Ahora  ese terreno que ha servido para difundir tantos secretos y “cosas que no convienen”, ese terreno de la libertad se ha convertido en pasto del espionaje y la inseguridad.
   Todo en su origen crea cierto recelo  y, a mí, que soy un nativo digital, extrañamente me genera recelo. Cuestión de melancolía por un tiempo que no viví. A día de hoy, vemos cada vez más noticias sobre gente con adicción a internet, empresas de “desintoxicación de internet”, de abusos a través de la tecnología .Ya es triste que lo que nació para facilitarnos la vida pueda llegar a complicárnosla tanto. Vigilemos, no neguemos el avance imprescindible y fundamental pero controlemos  la deshumanización y la erradicación de la esencia  y el grado de pasividad consentido a la que no es bueno llegar.