Han canonizado a Juan xxiii y a
Juan Pablo ii. En el Vaticano han sido estos unos días de ambientazo. Debe ser
verdad eso de que la fe mueve montañas, porque solo en la plaza de San Pedro
había alrededor de unos 200.000 fieles venidos de todas las partes del mundo
para presenciar el acto de conversión de beatos a santos de los dos papas. Presidía
el acto el Papa actual acompañado de 24 jefes de estado y otros representantes
institucionales. Hay que ver, si fuese tanta la gente que tuviese la misma
devoción y pusiésemos el mismo empeño en otras cosas igual nos iba mejor.
“Lo de hoy es un acontecimiento histórico,
único y habría hecho lo que fuera por venir a verlo, es una obligación moral,
dos personas tan buenas y que tanto han hecho por nosotros mientras vivían y
allá en el cielo se merecen esto y mucho más” decía una mujer que se había
desplazado desde México…Yo santificaría antes a otras muchas personas, que se
desviven día a día sin que nadie les preste atención, que obran verdaderos
milagros, como el de llegar a fin de mes haciendo malabares para pagar
hipoteca, gastos básicos y comida. Y no hace falta llegar tan lejos ni ser tan
drásticos, aunque desgraciadamente sean muchos los que se ven en esta situación
en nuestro país. Santificaría antes a esas madres o padres, que afortunadamente
son muchos, que cada día hacen lo
imposible porque sus hijos sean felices, por ejemplo, o a aquellos que dedican su
tiempo a proteger a los que no quiere nadie, a preocuparse por lo que nadie se
preocupan pero de lo que todos nos beneficiamos.
Hay quien dice que me meto demasiado con la
iglesia y que no valoro su función social. Que mi agnosticismo y mi crítica
para con muchos aspectos de la misma (financiación, adoctrinamiento, conservadurismo
y tradicionalismo retrógrado, privilegios inadmisibles, casos de pederastia,
jerarquía inflexible, machismo…) me impiden ver la labor positiva de la iglesia.
Seguramente no sea yo el único que no cree en la iglesia como institución pero
que respeta las religiones siempre y cuando no atenten contra nadie ni nada. Cada día son menos los creyentes y más las
personas que consideran a la iglesia, como institución, una farsa repleta de
hipocresías.
No dudo
que una parte de la iglesia lleve a cabo
una función social muy importante y que haya muchas personas inmejorables en la
base de la iglesia. Es totalmente cierto que realizan multitud de labores cuyos
fines no pueden ser más loables. Si, es cierto, pero no son esas las personas
que son luego santificadas, son más bien aquellas que viven en el anonimato.
Las santificadas son las que viven entre seda y lino, con demasiada gente a su
disposición y , por regla general, contradicen los preceptos con los que
predican. Este Papa, el argentino Jorge Mario Bergoglio, o como a el le gusta
que le llamen, el Papa Francisco, que queda más sencillote ha resultado un Papa
diferente, renovador, cercano, austero y hasta progresista en aspectos como el
divorcio, el preservativo o los homosexuales. Ha protagonizado gestos un tanto extraños e insólitos, desde
renunciar a su residencia de lujo a repartir móviles y billetes de metro entre
mendigos de Roma. Ha hecho declaraciones en un tono que muchos aplaudimos, por
ejemplo contra la actitud de los gobiernos en el drama de la inmigración …
Ya escribí sobre él en mi artículo “Uno contra todos”.
Fueron muchos los que creyeron que este iba a ser el Papa que modernizara la
iglesia, que adaptara a la iglesia a los nuevos tiempos..y algunos avances
significativos ha hecho es cierto. Su espíritu revolucionario no es santo de la
devoción de muchos de los que tiene por debajo. Ya puede la cabeza de la
iglesia renunciar a su residencia, que si luego un Cardenal como Bertone, tal y
como hemos conocido en los últimos días, quien fuera con Benedicto el segundo
del Vaticano, se instala en una mansión diez veces superior a la vivienda del
Papa, 700 metros cuadrados de lujos de poco sirve el simbolismo. Elogio los
cambios en la teoría, me gustaría que se llevaran a la práctica, pero, en
cualquier caso rechazo que la iglesia tenga tal influencia y , ya lo siento, no
creo en ella.